Esta frase de la exitosa película el Secreto de sus Ojos define lo que expresan Leandro, Marcos y toda la familia, una pasión por las vacas que los llevó a pasar por varios estadíos, pero que hoy los encuentra celebrado 85 años de la Cabaña con su remate número 38, en donde la pasión llenó los ojos de lágrimas porque el Ceibo florece día a día y los retoños no dejan de crecer
En una jornada dibujada por el de arriba, el acceso a Gardey se vistió de fiesta para celebrar el trabajo de un año, nada fácil, pero que con esfuerzo se sacó adelante. Una torada importante de las razas Angus, Hereford y Shorthorn engalanaba los corrales que la cabaña destina a la venta, y junto con los vientres de las invitadas, le daban un marco único a un día ganadero que poco a poco se comenzaba a armar.
La gente se fue arrimando, y cuando comenzó a sonar el martillo de Gervasio por las vaquillonas, la cantidad de público de un lado y del otro empezaba a llamar la atención de propios y extraños. Angus de Anteojito como siempre rompen el hielo, y a valores de mercado y con una demanda repitente, las negras y coloradas preñadas se fueron de a lote.
Estancia Aleluya con sus Hereford registradas eran la continuidad de todo lo que se iba a colocar fuera de la carpa, y con la tónica de las anteriores, los interesados por las hembras pampas no tardaron en hacer llagar sus ofertas. Precios sostenidos hasta que llegaron las Limangus, que con varias manos, rompieron el molde preestablecido y marcaron precios que sorprendieron a más de uno.
Para cerrar lo que era la primera parte del día en los corrales, Anteojito ofreció futuras madres, que de un solo palo se fueron a un fiel y repitente comprador. A sentarse en la mesa, disfrutar del buen asado y cuando los helados salían a la cancha, las palabras de bienvenida, el himno y los regalos, marcaban que era momento de empezar con los toros.
Angus PP rompían el hielo de muy buena manera, y con manos que llegaron de diferentes puntos cardinales, Gervasio tenía condimentos para ensalzar la tarde a base de su picardía pero respaldada por la torada que pisaba la pista. Uno a uno los fue vendiendo a todos, dejando promedios bien de mercado y con puja en todo los lotes.
Pedro Altaparro tomaba la voz de mando, mostrando las nuevas generaciones de la firma, y sin darle mucho margen a la duda, hizo sonar el hierro sobre la vieja madera para activar a los que dudaban en levantar la mano. Hereford PP, PR y Angus controlados tenían su momento estelar de la tarde, y con la selección que hoy caracteriza a los compradores, ejemplar por ejemplar fue encontrado a su nuevo dueño.
El Shorthorn del final le puso el broche a una linda tarde ganadera, no solo por el clima del tiempo, si no por el que se generó con la familia Grasso dentro y fuera de la carpa, donde la respuesta llegó, dejando la puerta abierta para seguir mejorando y volver a pensar de buena manera para el año que viene.
“El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión; pero hay una cosa que no puede cambiar, no puede cambiar de pasión”, que esa la que llevó a Los Ceibos a dar un remate como el de hoy, a cumplir 85 años y a seguir apostando día a día en hacer familia.